Bailando por el mundo con Daan Vervoort

Daan Vervoort es un bailarín de origen belga que tras bailar en varios países aterriza en España en el año 2006 en la versión junior de la CND: la CND2, bajo la dirección de Nacho Duato. Ingresa más tarde en la Compañía Nacional de Danza y en 2013 asciende a la categoría de solista. En 2016 defiende, junto a Emilia Gisladottir, Carmen de Johan Inger, en el Teatro Bolshói de Moscú, por la que el coreógrafo es galardonado con el prestigioso Benois de la Danse. Además, ha bailado Kol Nidre y Gnawa, de Nacho Duato, Herman Schmerman, de William Forsythe, Minus 16, de Ohad Naharin o Casi-Casa de Mats Ek, entre otras.

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Eres nativo de Turnhout, Bélgica. Háblame un poco de la situación de la danza en tu país. ¿Cuáles son los estilos más populares?

En Bélgica no tenemos una cultura muy extensa de danza folclórica… Sé que en España por cada comunidad hay un estilo de danza diferente. En Bélgica tampoco existe una tradición de ir al teatro con la familia a ver una función. Sin embargo, sí que hay una compañía muy buena: la Compañía Real en Flandes, que es de toda la vida, lleva como cuarenta años… Es una de las mejores de Europa y la gente sí que la conoce, pero no hay tradición popular de ir a ver danza.

¿Qué fue lo que te atrajo de la danza cuando eras pequeño? ¿Cómo es el comienzo en un mundo tan asociado con lo femenino desde tu posición de hombre?

Empecé con gimnasia y si te digo la verdad era demasiado difícil. Entonces mis padres me propusieron probar un par clases de ballet clásico. Yo tenía como diez años y me gustó el cambio. A esa edad tan joven no te cuestionas si es “para chicos o para chicas”. No tienes esa percepción, eso llega un poco más tarde con la adolescencia. Yo hacía lo que me gustaba, que era bailar, aunque fuera el único chico de la clase. Cuando cumplí catorce años y entré en el instituto sí que alguien se extrañaba: “¿tú bailas? ¡Pero si eres un chico!” Y en ese momento es cuando empiezas a pensar en que quizás no es algo para chicos… Pero esa duda existe solo durante un tiempo, hasta los dieciocho años más o menos, que es cuando entras en el mundo profesional y desaparece por completo. Ahora cuando conozco a gente por primera vez y digo que soy bailarín nadie hace ningún comentario al respecto. Creo que es algo que pasa en la adolescencia, los chicos juegan al fútbol, las chicas bailan… Pero es una tontería, lo importante es hacer lo que te gusta. Incluso mi padre, siendo futbolista profesional, podría haber sido más duro al respecto, pero le dio igual y me animó.

¿Cuál fue tu primera experiencia profesional como bailarín?

Terminé en la escuela a los diecisiete años y mi primer trabajo fue en Holanda. El proceso fue muy rápido y pensé: “¡ya estoy trabajando y encima de lo mío!” Me sentí muy orgulloso.

En 2005 obtienes la medalla de oro en la International Dance Competition en Biarritz. ¿Qué pieza bailaste? ¿Qué supuso ese reconocimiento?

Una coreógrafa bastante famosa de Bélgica me preparó una pieza pequeñita. Siempre es divertido ganar una competición y encima siendo una internacional, sobre todo porque conoces a gente de otros países y de otras escuelas. Fue muy emocionante, sobre todo después de haber trabajado tanto por ello. Me dieron una medalla o una copa de la ciudad… ya no me acuerdo la verdad, ha pasado mucho tiempo. (risas)

Comenzaste en la CND 2, la versión junior de la Compañía. ¿Cómo has vivido las diferentes etapas? ¿Qué destacarías de cada una?

En aquella época Nacho Duato era el director tanto de la junior como de la principal. Los bailarines queríamos entrar en la junior para de ahí pasar a la compañía grande.  Trabajábamos las mismas piezas, teníamos el mismo director… El trabajo era súper agradecido y tras haber estado dos años en la junior, pude entrar en la principal. Creo que una compañía junior es una de las mejores cosas que una compañía puede hacer, porque cuando ingresas a los dieciocho años crees que lo sabes todo y en realidad no sabes nada de la vida. Entrar a una compañía de cincuenta o sesenta bailarines siendo tan joven, aunque seas la estrella o el mejor bailarín, es demasiado pronto porque tu cabeza aún no está donde tiene que estar. Por ello, las compañías junior me parecen una muy buena idea.

Uno de los roles que has interpretado en la segunda temporada de Joaquín De Luz en la CND es el de don José, de la icónica pieza Carmen versionada por Johan Inger. ¿Cómo construiste este personaje tan intenso?

Lo estamos retomando otra vez ahora y después de más de un año sin bailarlo está siendo una gran experiencia, encima siendo una de las míticas coreografías de la CND. Es una pieza que tiene mucho éxito porque funciona muy bien y la coreografía es muy buena. Ahora viéndolo con perspectiva pienso que he tenido mucha suerte de bailarla, porque cuando la haces cada dos fines de semana acabas perdiendo el enfoque. Ahora lo pienso y digo “wow, qué suerte he tenido de hacer este papel”. Es un rol muy grande, está muy bien construido y es un regalo poder haber hecho algo así en mi carrera.

Este mismo papel lo defendiste junto a Emilia Gisladöttir en la candidatura de la Gala de los Benois de la Danse en 2016 y Johan Inger fue nombrado ganador por ello. ¿Qué supone asumir tanta responsabilidad y ser reconocido por ello?

En ese momento no nos dimos cuenta de la presión que teníamos encima, porque se hizo de una manera más desenfadada. Nos fuimos a Moscú, bailamos en el escenario más grande del mundo, nos dieron un premio y lo pasamos bien, pero realmente no fuimos conscientes de lo que ello suponía, ni de la transcendencia que tendría. Ahora lo pienso y… “qué suerte haberlo hecho y haberlo representado allí.”

Entre las nuevas coreografías que habéis estrenado este último año están Arriaga, coreografiada por Mar Aguiló, Pino Alosa, y el actual director, Joaquín De Luz, y lo nuevo de Antonio Ruz, In Paradisum. En las dos tienes un rol protagonista. ¿Cómo has vivido el trabajo de estas piezas tan contemporáneas?

En Arriaga hemos trabajado con Mar Aguiló, que encima es bailarina de la CND y por tanto compañera de trabajo. Ella es muy buena persona y hace muy buen trabajo como coreógrafa. Arriaga ya ha rodado un poquito. Es divertido bailarla porque en esta pieza estamos toda la Compañía en el escenario y crea esa idea de conjunto y de unidad que me gusta mucho. Sobre la pieza de Antonio Ruz, In Paradisum, creo que ha conseguido muy bien lo que quería. Tuve la oportunidad de verla como público en Alcobendas y creo que está muy bien lograda y le hace un favor a la Compañía. Se ve muy bien la personalidad de cada bailarín desde el escenario, ya que cada uno tiene su momento para poder lucirse. Creo que es una pieza muy acertada para nosotros.

Por otro lado, Joaquín De Luz te dio la oportunidad de interpretar el personaje de Sancho Panza en Don Quijote. ¿Cómo trabajaste un papel tan clásico e icónico dramatúrgicamente?

La verdad es que al principio yo no estaba dentro del elenco de Don Quijote. Se creó en la época de José Carlos Martínez, pero al poco tiempo llegó el cambio de director, vino Joaquín y les faltaba el personaje de Sancho Panza. Joaquín se me acercó y me pidió que lo interpretara como favor. Pensé: “nueva dirección nuevas oportunidades, nuevas ideas…” y lo hice. Fue interesante, pero obviamente no es el tipo de personajes que aspiro hacer en mi carrera como bailarín.

Dentro de la Compañía, ¿hay algún bailarín o bailarina con la que tengas una conexión especial en el escenario?

No tenemos muchas oportunidades de bailar con gente diferente y eso me da pena. Aunque seamos muchos, siempre acabas bailando con los mismos… Recuerdo una pieza de Sharon Fridman que hice con Aleix Mañé, un dúo muy contemporáneo que bailamos como hace tres o cuatro años. Tuvimos muy buena conexión bailando, y además nos conocemos desde hace muchos años… Entramos a la junior juntos, hace catorce años ya y la verdad es que trabajamos muy bien juntos.

Y fuera del mundo de la danza, estás estudiando ingeniería de la informática. ¿A qué se debe este interés?

Pensando un poco en el futuro, quería estudiar algo distinto a la danza, que me abriera otras posibilidades. Me interesa mucho el tema de la programación, los códigos, cómo funcionan las máquinas… y decidí estudiar la carrera a distancia.

Me han comentado que te gusta mucho Madrid. ¿Qué es lo que más te atrae de la ciudad?

Me encanta Madrid. Es una pena que me guste tanto, si no fuera así me habría ido mucho antes a mi país. La verdad es que es una maravilla, es una ciudad muy acogedora. Siempre me he sentido como en casa y he podido hacer mi vida al cien por cien, que es algo que agradezco muchísimo. Como extranjero puedo decir que la vida que se tiene en Madrid es muy difícil encontrarla en otro lado. Tiene sus partes negativas claro, aquí todo es muy caro, la gente cobra menos dinero… Pero como ciudad funciona muy bien.

¿Te gustaría volver para trabajar en Bélgica? ¿Tal vez echas de menos hablar flamenco?

Casi no me acuerdo de hablar flamenco. Lo hablo con mis padres una vez a la semana y me cuesta muchísimo. El idioma, si no lo hablas, lo pierdes. Me cuesta un poco arrancar, se me hace difícil encontrar las palabras… Y obviamente echo de menos a mi familia. Quiero volver por lo menos durante uno o dos años para estar con ellos. El país me da un poco igual porque al final te acabas adaptando, pero la familia está ahí y quiero reconectar con ellos.

Daan Vervoort decidió que la representación del pasado 13 de junio de 2021 en Sevilla fuera su última actuación como bailarín profesional. Ha llegado muy alto, ha bailado en los mejores escenarios y ha trabajado con los mejores coreógrafos. Daan se va después de una brillante carrera.

 

DAAN VERVORT

Entrevista por Sandra Cadenas