Bailando por el mundo con Natalia Butragueño
¡Feliz cumpleaños!
Natalia Butragueño, bailarina del cuerpo de baile de la CND nos contagia su positividad desde el pasado septiembre. Comienza en el mundo de la danza en la Escuela de África Guzmán hasta que decide partir a Inglaterra para seguir formándose en la Tring Park School for the Performing Arts. En 2014 tiene la suerte de bailar con el English National Ballet en algunas de sus producciones y, posteriormente, pasa a formar parte del Ballet de la Ópera de Burdeos donde comparte escenario con grandes profesionales que le ayudan a crecer como bailarina. En 2020 ingresa en la Compañía Nacional de Danza bajo la dirección de Joaquín De Luz, donde muestra su naturalidad interpretativa cada día.
Viniendo de una familia donde está tan presente la vocación profesional ¿fue fácil encontrar la tuya? ¿Cuándo empezaste a descubrirla?
La vocación la he tenido desde que era pequeña. Empecé a bailar porque me encantaba, pero nunca pensé en dedicarme a ello profesionalmente. Creo que en realidad la vocación me viene de mi familia materna. Mi madre hizo ballet hasta los 18 años y mi abuela también bailaba y cantaba.
Empecé a interesarme por el ballet cuando tenía 3 años y vivíamos en México por el trabajo de mi padre. Recuerdo que una compañera de la guardería, mi mejor amiga, se apuntó a ballet y yo le dije a mi madre: “mamá, yo también quiero apuntarme”. Cuando volvimos a Madrid empecé a dar clases en el colegio y pronto me cambié a la academia de África Guzmán. Allí tenía un grupo de amigas con las que compartí experiencias increíbles yendo a concursos y bailando en el Ballet Joven de la escuela.
Con 14 años mi padre me dijo que tenía que irme un año a Inglaterra para aprender inglés, pero yo no quería dejar de bailar. Buscamos en diferentes escuelas e internados y finalmente me ofrecieron una beca para estudiar un año en la Tring Park School for the Performing Arts. Disfruté mucho de la experiencia. Estaba todo el día con gente de mi edad bailando. No solo había bailarines, sino también estudiantes de teatro y musicales. Entonces decidí quedarme para terminar mis estudios. Después fui audicionando y llegué a Burdeos, donde me contrataron. Decidí dedicarme a bailar porque me hacía feliz y creo que en la vida hay que perseguir eso.
Tu padre también ha formado parte de una profesión que supone mucha pasión pero también mucho trabajo y disciplina ¿Qué has aprendido de él?
Al principio a mi padre le costaba mucho entender cómo iba a vivir de la danza. Me decía que yo era muy buena estudiante y que podría haber hecho otra carrera, pero yo quería bailar.
Él me ha enseñado a dar el máximo y a no rendirme nunca, a pesar de que sea difícil. Siempre me ha ayudado a tener la cabeza muy asentada para llegar poco a poco a cumplir mis objetivos.
Con 14 años tus padres te enviaron a Inglaterra a estudiar inglés, pero tú pusiste la condición de seguir bailando ¿Cómo compaginabas los estudios con la danza?
El colegio al que yo iba estaba muy bien organizado. Por la mañana teníamos clase hasta las 13:30 y por la tarde íbamos a ballet. Después había una hora de estudio para hacer los deberes. Los días eran muy largos pero daba tiempo a hacer muchas cosas. Aunque me gustaba mucho al principio me costó adaptarme a su sistema de enseñanza, ya que es mucho más práctico que en España.
Todos los artistas tienen sus guías. Podríamos decir que Tamara Rojo es una de ellas para ti ¿Cómo te ayudó en tu camino en la danza?
Mi padre conocía a un amigo suyo que le permitió hablar con ella para ayudarnos a buscar un colegio en Inglaterra, ya que en ese momento ella bailaba en el Royal Ballet de Londres. Me propuso darme una clase para ver mis competencias y recomendarme un lugar que se adaptase a mí, lo que para mí fue muy emocionante. Después, ella se hizo directora del English National Ballet y me ofreció un contrato corto para bailar en El lago de los cisnes y en Romeo y Julieta. Siempre ha sido una persona muy agradable conmigo. Me ayudó mucho.
Fue ella misma la que, además, te permitió conocer al bailarín brasileño Renato Paroni ¿Qué aprendiste trabajando con él?
Él daba clases de adultos por las tardes en el Central Ballet School, una escuela de baile para adultos. Eran clases muy iniciales pero se trabajaba mucho la base. Esto me ayudó porque era justo lo que necesitaba. En el colegio hacíamos otros estilos de danza que aportan mucho al bailarín, pero si quería llegar a ser profesional clásica necesitaba dedicarle más horas. Después él me dio la oportunidad de participar en un curso de verano que hacía en Mallorca y allí se ofreció para entrenarme personalmente. Mi padre dice que es mi ángel de la guarda porque me ayudó mucho. Soy profesional gracias a Renato.
En 2014 tu talento te llevó hasta la Ópera de Burdeos donde pudiste bailar distintas obras del ballet clásico y contemporáneo ¿Cuál fue el ballet que más disfrutaste?
Uno de los ballets que más me marcó fue el de La bella durmiente, donde hice de una de las piedras preciosas. Fue la primera vez que bailaba un rol más importante con una parte solista. Fue una experiencia muy enriquecedora.
Pero uno de los ballets que más disfruté fue sin duda la coreografía de la Xenia Wiest que se llamaba Just Before Now. Fue una creación para la Ópera Nacional de Burdeos y cuando la bailé por primera vez sentí algo muy especial en el escenario.
¿Y el que más trabajo te supuso?
En 2019 bailé El fauno de Sidi Larbi Cherkaoui, un ballet contemporáneo. Yo era tercer elenco y, cuando lo volvieron a programar, la chica que lo bailaba se fue de la compañía, así que la asistente del coreógrafo que vino a montar la pieza, me dio la oportunidad. Fue un proceso de trabajo muy inspirador. En ese momento estaba pasando por una época difícil, tenía poca confianza en mí misma e incluso me planteaba dejar de bailar. Sin embargo, la experiencia me ayudó mucho. Era un ballet muy físico, tenía muchas acrobacias y eso era complicado para una bailarina clásica. Además, mi compañero se lesionó la espalda tres días antes y tuve bailar con otro chico. Sin duda, fue una superación personal y profesional.
Con 17 años viajaste a Sudáfrica para participar en The Genée International Ballet Competition ¿Supuso algún cambio o decisión en tu futuro?
Participé en el concurso cuando estaba en el segundo año de bachillerato. Fue allí cuando me di cuenta de que tenía posibilidades de ser bailarina profesional, aunque era un mundo muy complicado. Algo cambió dentro de mi cabeza.
Aunque solo llevas desde septiembre en la CND has podido disfrutar del estreno de Giselle y trabajar con el actual director, Joaquín De Luz ¿Qué destacarías de la Compañía?
En la Compañía hay un ambiente muy positivo. La gente es muy abierta y te acoge muy bien como grupo. Siento que hay muy buena energía y que estoy mejorando porque recibo el apoyo y la ayuda de mis compañeros. Es una compañía muy humana y eso se agradece porque el mundo del ballet es muy competitivo. Aquí te aceptan como eres y todo el mundo aporta algo.
¿Qué novedades te está aportando Joaquín De Luz en tu carrera profesional?
Él es muy positivo como persona y eso encaja mucho con mi forma de ser. Creo además que está aportando piezas interesantes para el repertorio de la Compañía como Conceto DSCH de Alexei Ratmansky, Apollo de George Balanchine, piezas de Nacho Duato como White Darkness o Remansos, al igual que su última creación de Giselle. Es una persona muy cercana con todos los bailarines.
Para terminar, compartes cumpleaños con el Día Internacional de la Danza ¿qué significa como bailarina esta fecha para ti?
Yo creo que es una coincidencia muy bonita que puede estar ligada al destino y me enorgullece cumplir años este día.
NATALIA BUTRAGUEÑO – CUERPO DE BAILE CND
Entrevista por: Natalia del Buey