Bailando por el mundo con Ana María Calderón
Bailas desde muy pequeña, desde los 9 años, cuando comienzas a formarte en el Conservatorio pero ¿Cuándo realmente sientes que quieres dedicarte a la danza?
Yo entré en el conservatorio por recomendación médica. Tengo una escoliosis en la espalda y el médico le dijo a mi madre que podía apuntarme a gimnasia rítmica o a ballet, ya que eran disciplinas que me vendrían bien. Ella también era bailarina y decidió apuntarme al conservatorio para que recibiera una buena formación.
Al cuarto año, cuando tuve que elegir la especialidad y me decanté por el clásico fue cuando descubrí que realmente quería dedicarme a bailar. En el conservatorio me inculcaron muy bien las ganas de perseverar. Sabía, además, que tendría que irme fuera de España durante mi carrera, pero no me importaba. Y perseveré.
Al terminar tu formación recibes tu primer éxito, el premio de la Fundación Princess Grace de Mónaco ¿Qué supone para ti este reconocimiento siendo tan joven?
Fue la primera vez que estuve con otros bailarines que estaban en mi misma situación. Eso me ayudó mucho a ver cómo era el mundo laboral, las diferentes escuelas y lo que iba a encontrarme en las audiciones. El premio, además, incluía una ayuda económica que me facilitó la oportunidad de audicionar y de ir a por todas con mi profesión.
En 2005 bailaste en Europa dance y con el Zurich Ballet en Suiza ¿Por qué apostaste por la danza fuera de España?
Yo quería dedicarme a la danza clásica y hacer grandes ballets como El lago de los cisnes, Romeo y Julieta o La bella durmiente y en España no había este tipo de compañías. Audicioné en varias compañías europeas. Tenía la opción de irme a Florencia o a Zurich, pero en la segunda había un grupo grande de españoles que ya conocía y eso me impulsó a apostar por ella.
Allí me gustaba mucho el repertorio. Hacían ballets completos pero también piezas más modernas. Era muy amplio.
Dos años más tarde tienes la oportunidad de trabajar con Ángel Corella, primero en Corella and Friends y después en su Compañía, donde ocupaste la categoría de solista ¿Qué significó para ti?
Cuando me enteré de que Ángel Corella iba a montar una compañía clásica en España decidí presentarme a las audiciones sin pensarlo dos veces. Tuve la suerte de que me cogiera. Primero formé parte de un grupo pequeño que formábamos diez bailarines, cinco chicas y cinco chicos. Hacíamos galas por España y nos preparábamos para la compañía grande. Después, cuando la compañía creció, Ángel me dio la oportunidad de bailar con él. Él era una estrella. Aprendí muchísimo. En la Compañía todo era muy emocionante porque teníamos un repertorio muy amplio. Recuerdo que estrenamos Bayadère en el Teatro Real con Makarova, bailamos piezas con coreógrafos americanos… Crecí mucho técnica y artísticamente.
Tu trayectoria como solista se amplía cuando te incorporas al Houston Ballet, bajo la dirección de Stanton Welch ¿Cómo fue para ti vivir la misma categoría en distintas compañías?
Cuando cerró la Compañía de Ángel Corella yo ya estaba casada. Mi marido es americano y tuvimos la idea de apostar por Estados Unidos. Allí, me dieron un contrato en el Houston Ballet. Era una compañía muy buena, con unas instalaciones espectaculares, un repertorio variado y un director exigente del que pude aprender mucho el amor al trabajo individual.
Lo malo era que vivía a cuatro horas de mi marido. Entonces tuve la suerte de recibir una nueva oferta de trabajo, de nuevo, de Ángel Corella. Le habían dado la dirección del Pennsylvania Ballet y me ofreció incorporarme. Yo le tenía mucho cariño porque había impulsado mi carrera y había creído en mí. Decidí irme, aunque con mucha pena por dejar Houston.
En 2015 pasas a formar parte del Pennsylvania Ballet donde tienes la oportunidad de bailar papeles solistas y principales en obras de grandes coreógrafos ¿Cuál de todas ellas destacarías? ¿Por qué?
En Estados Unidos el trabajo es mucho más frenético que en Europa. En tres semanas trabajas con varios coreógrafos y estrenas dos semanas después, a la vez que preparas y representas un ballet. Me dio tiempo a bailar de todo y a conocer a grandes coreógrafos.
Uno de los mejores recuerdos de allí fue cuando bailé por primera vez el papel de Kitri en Don Quijote. Bailar una pieza ambientada en España estando fuera de allí fue muy especial. Vino toda mi familia a verme. También tengo muy buen recuerdo del trabajo con coreógrafos como Forsythe o Dayson porque trabajé un registro completamente diferente. Yo sentía que era un estilo que no se ajustaba a mis características. Sin embargo, ellos me animaban y me hacían entender que yo podía con ello.
¿Hay algún coreógrafo al que consideres tu referente?
No tengo ningún referente en concreto porque mi carrera no se ha centrado en una única cosa. He bailado piezas de diferentes estilos con coreógrafos muy variados. Me gusta mucho esta variedad.
Actualmente, formas parte de las bailarinas solistas de la CND, dirigida por Joaquín De Luz ¿Cómo es trabajar en la Compañía Nacional de Danza de tu país?
No sé por qué nunca me planteé venir. Desde el conservatorio yo quería hacer clásico y zapatilla de punta y mis caminos fueron por ahí. Sin embargo, estando en Estados Unidos coincidí con Joaquín De Luz. Solo allí. Acababan de darle la dirección de la Compañía y me animó a presentarme a las audiciones. Yo sabía que era difícil porque había grandes bailarines solistas, pero lo intenté y me dieron la plaza.
Para mí fue una gran oportunidad. Siempre he dicho que cuando dejase de bailar quería volver a España. Ahora, poder pasar mis últimos años de carrera en casa es una maravilla. Estoy encantada con la CND porque he podido hacer papeles que he disfrutado mucho como en Giselle o Apollo. Me gusta mucho su repertorio. Además, estar cerca de mi familia me ayuda mucho; sobre todo a la hora de poder cuidar y pasar tiempo con mi hijo.
Durante esta temporada has bailado piezas clásicas, como Giselle, de Joaquín De Luz y otras más contemporáneas, como Remansos de Nacho Duato ¿Cómo definirías el estilo de la Compañía?
La CND tiene una cosa muy buena y es que sus bailarines muy versátiles. Unos están especializados en clásico y otros en contemporáneo. Creo que esto es muy positivo porque ahora se busca mucho. Es muy importante que un bailarín se conozca a sí mismo para poder interpretar un repertorio variado. Esto lo tiene la CND y es lo que le permite hacer cualquier cosa.
Y para terminar una pregunta más personal, ¿qué es lo que no debe nunca faltar en tu celebración de cumpleaños?
Ahora mismo que estoy en España, mi familia. Es lo que más eché de menos cuando estuve fuera. Me apetece una buena cena de mi madre con todos mis hermanos juntos.
ANA MARÍA CALDERÓN – BAILARINA SOLISTA CND
Entrevista por: Natalia del Buey