Bailando por el mundo con Erez Ilan
¡Feliz cumpleaños!
Erez Ilan, tímido pero apasionado bailarín, forma parte del elenco de la CND desde 2008 gracias a la oportunidad que le ofreció Nacho Duato, director de la Compañía Nacional de Danza en aquel entonces. Desde muy pequeño, Ilan se forma en The School of Ice Skating and Ballet y en The Thelma-Yellin High School of Arts, escuelas de arte de su país, Israel. Con 18 años decide dar el salto y cruza el Mediterráneo para conocer Europa y trabajar en la Compañía Nacional de Danza. Gracias a su dedicación y talento, asciende a la categoría de bailarín solista en 2017, categoría que ocupa en la actualidad, logrando el triunfo personal que supone para él la valoración de su trabajo por parte de la dirección.
A menudo en las profesiones relacionadas con el mundo del arte está muy presente la palabra vocación asociada a un momento muy temprano de la vida del artista. ¿Qué te aporta la danza para que hayas decidido dedicar tu vida a ella?
Yo lo tenía muy claro. Empecé con patinaje artístico sobre hielo. De pequeño vi a un patinador artístico en la tele y dije: “mamá, yo quiero ser así”. Después empecé a bailar en mi pueblo, en una escuela de danza, como cualquier chico o chica de mi edad y después ya ingresé en el Instituto de Arte. Con 18 decidí hacer la audición para la CND2 y me cogieron.
La danza es mi manera de expresar mis emociones y relacionarme con la gente. Soy muy tímido y creo que bailar es una manera de estar expuesto. Es mi manera de decir quién soy a través del movimiento y sentirme más cómodo y libre.
¿Cuáles dirías que son tus referentes? ¿Podrías decir el nombre de algún maestro, bailarín o incluso compañero que te haya inspirado en tu carrera?
Mis referentes en primer lugar son mis profesores. Son muchos los que desde mis comienzos me han llevado a donde estoy. Reconocieron el talento y me animaron, me empujaron para poder yo decirle a mi familia que todo el sacrificio que esto supone vale la pena.
Mi inspiración diaria surge de mis compañeros y repetidores. Con ellos estoy cada día, los veo y somos cada uno un artista. Somos diferentes. Mantengo la mente abierta, observo cada día a mis compañeros y es eso lo que me inspira: el trabajo de cada uno y cómo cada uno de nosotros interpreta un rol, siendo, cada uno, único en su singularidad. Aprendo mucho de ellos.
Dices que cada compañero es un mundo pero ¿cómo te definirías tú como bailarín? ¿Qué tipo de danza es la que más disfrutas?
Cuando empiezas ballet quieres llegar a ser un bailarín clásico -al menos yo siempre tuve eso en mi mente-. En los últimos años del instituto tuve la oportunidad de conocer la danza contemporánea, que tiene un nivel muy alto en Israel. Esa es una de las razones por las que vine aquí. El conocer el repertorio de Nacho Duato, -su lenguaje y movimiento- me transmitió la sensación de que en ese estilo me iba a sentir cómodo para expresar mis emociones a través de la danza y supe entonces que me interesaba bailar. También me gusta mucho la danza neoclásica, que no es la clásica, aunque sobre una fuerte base técnica también propone un movimiento extra que no es tan canónico.
Yo diría que soy un bailarín más neoclásico-contemporáneo que clásico.
¿Recuerdas algún momento de satisfacción o algún reto cumplido. ¿Recuerdas tu primera clase de baile? ¿El primer paso que aprendiste?
Cada cosa que me ha pasado me ha conducido al punto donde me encuentro ahora. Te puedo decir que cuando al ingresar en el Instituto de Arte tomé consciencia de que en ese preciso momento algo importante empezaba, y dependía de mí. Había concursos a los que me presenté, pero que no gané, y me afectó mucho aunque no dejé de trabajar hasta que lo conseguí. Yo creo que la audición aquí en España, con Nacho Duato, fue el momento del “ahora sí”. Eran cosas en las que no tenía experiencia antes. Fue muy emocionante e importante para mí ver que eligieran a un bailarín de fuera de España y le dieran esa oportunidad, simplemente porque lo vales. Ven algo en ti.
En 2008 obtuviste el primer premio de la Mia Arbatova Competition. ¿Cómo fue?
Esto fue antes de llegar a España. Yo me presenté a dos concursos con ellos. Uno en 2006, en el que ni pasé a la final; recuerdo que me afectó bastante. Y en 2008 cuando gané. Realmente fue un shock pero en aquel momento supe que tenía la oportunidad de ganarlo. Trabajé tanto que me dije “si no paso ahora no es por mí”, sino porque no encajo. Aun así, cuando lo gané comprendí que de algo sirve trabajar duro. Fue increíble y emocionante.
Hablas mucho de Israel y de dejar tu casa por tu carrera. ¿Cómo fue para ti tomar esa decisión?
No fue fácil porque desde pequeño siempre me acompañaban y me apoyaban en todo momento mi madre y mi abuela. Y, de repente, allí estaba yo, solo. Sin embargo, tampoco fue tan difícil porque, desde pequeño, tuve muy claro lo que quería hacer y yo sabía que este cambio de país significaba una parte de mi comienzo en esta profesión. Pude elegir bailar en Israel pero decidí salir fuera. Al principio, con 18 años, es algo muy grande. Quería viajar, entrar en una compañía. Comencé a conocer el mundo con 18 años. Hacía cosas que me daban la oportunidad de conocer a gente nueva. Muy rápidamente conocí gente maravillosa que hasta el día de hoy son como mi segunda familia aquí. Al mismo tiempo, mi relación con mi familia es muy fuerte y el apoyo que me han dado siempre es lo que realmente me da las fuerzas de seguir adelante.
Es curioso que un espectador sin conocimientos comprenda lo que transmite una coreografía ¿Qué crees que tiene la danza para lograr esta comunicación?
Hay espectáculos donde hay una historia. No es fácil contar una historia, a veces se vuelve muy forzado y no es natural, pero eso se trabaja.
La comprensión de esa historia en parte depende del espectador, aunque sobre todo depende del bailarín. Hay miles de formas de interpretar un papel y eso es lo más bonito de ser artista, que no somos iguales. Podríamos decir que debemos enviar el mismo mensaje, aunque cada uno a su manera.
Dices que cada uno es diferente y en la Compañía hay bailarines de lugares muy diversos. Cuando se monta una coreografía, cuando bailas con ellos, ¿notas algún elemento de unión para lograr esa comunicación?
Yo creo que eso es algo más personal y depende de cómo eres como individuo. Hay algunos compañeros con los que estás más acostumbrado a tratar o te sientes más cómodo por la relación personal que tienes con ellos. A veces, si no hay feelling, no sale natural, eso viene poco a poco. En la danza hay que ser muy neutro, aprender y escucharse el uno al otro para llegar a un resultado que sea verdadero, honesto, que no resulte falso. Para ti mismo es muy importante la comunicación con tu compañero.
La danza es un idioma universal dentro del arte que es capaz de comunicar mensajes entre distintas culturas ¿Cómo ayuda la danza a romper las barreras culturales y permitir que se convierta en un idioma común?
La danza es mi manera de expresar lo que siento, mucho mejor que con palabras. Lo que los bailarines sabemos hacer mejor es mandar un mensaje, o intentar decir algo, de esta manera que es a través del movimiento. El movimiento es algo que tiene cada persona. Da igual de dónde vengas. Es algo común que tenemos todos, aunque cada uno interpreta de forma única y original.
Para terminar, ¿qué destacarías de la experiencia de trabajar como solista en la CND?
Como en todo trabajo, es importante que te conozcan y tu trabajo se valore. Creo que en la danza clásica las categorías pesan mucho. Como bailarín siempre quieres seguir mejorando, creciendo y conseguir nuevos retos. Cada uno de los directores tiene su manera de valorar esto. Para mí es importante, me interesa saber y constatar cómo me ven y qué piensan mis directores sobre mí como bailarín y artista. Esta valoración te coloca después ante nuevos retos y roles que te ayudan a seguir creciendo como artista. Tengo que agradecer a José Carlos Martínez y a Joaquín De Luz que me hayan dado esta oportunidad de seguir creciendo y descubriendo mi camino en esta profesión.
EREZ ILAN – BAILARÍN SOLISTA CND
Entrevista por: Natalia del Buey