Bailando por el mundo con José Alberto Becerra

¡Feliz Cumpleaños!

José Becerra es un bailarín de origen cubano que se decantó por el ballet cuando ingresó en la Escuela Vocacional de Arte de Eva Olga Alonso y más tarde en la Escuela Nacional de Ballet. Baila en el Ballet Nacional de Cuba y en el English National Ballet como cuerpo de baile, además de solista y principal y también en la Fundación para la danza Compañía Víctor Ullate donde trabaja durante seis años hasta su cierre. Ha trabajado con coreógrafos como James Kelly, Alicia Alonso, Aurora Bosch y Jiří Kylián entre otros. En la temporada de 2020 ingresa en la CND, bajo la dirección de Joaquín De Luz.

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Eres originario de Cuba ¿Qué diferencias encuentras entre la situación de la danza en España y en Cuba? ¿Y qué parecidos?

La situación de la danza es difícil aquí y allá, ya que como muchas otras artes está infravalorada por muchos. Cada uno tiene una manera de ver, vivir y sentir la danza, por lo menos desde mi punto de vista. En cuanto a la danza clásica en particular, creo que la diferencia parte desde la escuela y sus métodos de enseñanza. La escuela en Cuba por ejemplo nace de un compendio metodológico francés y ruso, pero tiene un sello muy característico latino en su forma de moverse y expresarse. En cambio, en España se ve una variedad de bailarines más europeos; los españoles se distinguen por el toque flamenco asociado al carácter. Diría que las similitudes entre la danza en ambos lugares son su capacidad de transmitir y regalar emociones.

 

Comenzar una carrera en un ámbito artístico suele ser una decisión muy meditada por los sacrificios que suele acarrear; entre otras cosas, desde tu posición de hombre habrás tenido que lidiar con situaciones difíciles. ¿Piensas que aún hay muchos tópicos respecto al ballet? 

La situación ha cambiado un poco, pero depende mucho de la cultura y el lugar donde estés. En mi caso, no siendo de La Habana, de la capital, fue complicado. Yo soy de una ciudad llamada Santa Clara y allí gran parte de la gente no tiene la mente tan abierta ni es tan tolerante.  Solo por el hecho de ser cubano puedes crecer con ideas machistas, de manera consciente o inconsciente, pero que están arraigadas por una idiosincrasia común que se vive en la calle. Eso es un problema.

En un principio no quería ser bailarín. Al hacer las pruebas de admisión en la escuela vocacional de arte quise estudiar pintura; quería ser pintor. Pero a partir de ese año se eliminó la disciplina de pintura en esa escuela. En aquel tiempo yo hacía atletismo y judo, que no tenía nada que ver con la cultura, pero como mi hermano ya estaba en la escuela de arte y yo quería estar en la misma escuela, realicé las pruebas de trompeta, percusión y ballet, y terminé escogiendo ballet.

En mi curso solo éramos dos chicos frente a veintitrés chicas. A las chicas las escogen entre muchas porque son niñas y “las niñas hacen ballet”; a los chicos nos cogieron a todos los que nos presentamos, o sea, a dos. Ya en La Habana la mentalidad cambia y un bailarín del Ballet Nacional de Cuba quiere decir “personalidad importante que te representa en cultura”.

También has realizado otras disciplinas deportivas, como el judo. ¿Cómo se relaciona con la danza? ¿Crees que existen similitudes entre los dos deportes?

Lo del judo tiene una razón. Mi hermano también es bailarín, mi padre siempre ha tenido ese interés por el arte y una mentalidad abierta, y mi madre fue bailarina de joven. Siempre hemos estado metidos en el mundo del arte y por todo ello hemos recibido muchos insultos ofensivos. Yo me desahogaba con el judo.

Creo que sí que tiene parecidos, y no solo con el judo, sino con muchas de las artes marciales. Centrándonos solo en la parte técnica, un arte marcial es un deporte muy completo que te prepara mental y físicamente. La danza y algunos de estos deportes tienen muchos puntos en común, sobre todo el aikido:  en el control del centro del cuerpo o eje del adversario y esto ayuda mucho al paso a dos. En concreto, a la hora de controlar el centro de base de un partenaire, ya sea una mujer o un hombre, te ayuda a entender un poco mejor la cantidad de fuerza que usas para un lift, o por dónde pasar un movimiento para que se desarrolle de manera más natural y fluida. No lo había pensado hasta ahora, la verdad. (risas)

 

En 2005 obtienes el diploma no solo de bailarín sino también de maestro de ballet clásico. Cuéntame, ¿a qué se debe este interés por la enseñanza?

Si me hubiera esperado algunos meses también hubiera obtenido el de coreógrafo y el de profesor de paso a dos (risas). Como escuela es muy completa y es muy distinto en comparación con otras. En otros lugares cada disciplina se trata de una manera individual. En Cuba la enseñanza se concibe de una manera más global, por lo que estudias todo lo que va en relación con tu carrera. Además, en Cuba, tienen un estilo “cazatalentos”, por lo que si ven que cantas mejor que bailas te meten en la carrera de canto cuando eres pequeño. Al ser un sistema tan selectivo, todos los años tienes que tener un rendimiento bastante alto. Y si por ejemplo vas a ser bailarín te preparan con módulos en la Escuela Nacional de Arte; estudias arte y estética, cultura y política, kinesiología, música, francés (que tiene mucho que ver con la danza clásica), pero también metodología de la danza, historia de la danza… Y uno de esos módulos es la enseñanza, porque tienes que estudiar la metodología de la técnica clásica de la escuela cubana. Así, te gradúas como profesor de ballet; para mí la enseñanza es algo muy bonito.

Ese mismo año ingresas en el Ballet Nacional de Cuba, donde pasas cuatro años trabajando como parte del cuerpo de baile, pero también realizando papeles de solista ¿Cómo gestionas esas dos posiciones dentro del elenco? ¿Cómo tuviste que trabajarlo en cada caso?

Entré como cuerpo de baile, como hace todo el mundo. Tienes que pasar por los diferentes escalones para crecer y obtener una madurez como bailarín. Al año de entrar yo, comenzaron a venir muchos coreógrafos por los Festivales de Ballet de La Habana. Entonces, aunque la Compañía en aquel momento no era tan grande como ahora, hacía sus giras internacionales por Europa y parte del elenco siempre se quedaba en Cuba para poder seguir haciendo funciones nacionales o por en el resto de Latinoamérica. Esa es una de las razones por la que los maestros comenzaron a formar a algunos de los bailarines que se quedaban en los papeles de solista. Tuve la fortuna de ser uno de ellos o bien uno de los que seleccionaban los coreógrafos que venían a los festivales. La verdad, lo compaginas bien porque el objetivo final siempre es BAILAR.

Durante esos cuatro años tuviste la oportunidad de trabajar con coreógrafos de gran renombre: Alicia Alonso, James Kelly, Goyo Montero, Gonzalo Galguera, Svetlana Ballester, Aurora Bosch, Lázaro Carreño, entre otros. ¿Una pieza y un coreógrafo que guardes con cariño? 

Son muchas. Guardo momentos especiales de muchas cosas, de los festivales, por ejemplo. Cada vez que se hacía un festival era muy bonito porque venía muchísima gente de muchos lugares, Joaquín De Luz incluido. Ver a todas estas personalidades de la danza bailando o incluso trabajando contigo y creando piezas es impresionante para cualquiera que hace danza. Trabajar con Alicia es increíble, es una enciclopedia. Un ensayo suyo de Giselle, por ejemplo, contiene una gran cantidad de información que te transmite…, es un momento único. Piensas “¡qué largo el ensayo!”, pero no se te olvida nunca más. Y aunque en el momento no eres consciente, más tarde esa información te sirve para muchas cosas. Y respecto a una coreografía en particular, hay una de Igal Perry, Nocturno, que era muy bonita. Creo que fue mi primer neoclásico. Este ballet tiene un estilo muy particular, porque es un coreógrafo muy original en su género. Fue muy gustosa de bailar. Muy libre, la verdad.

 

En el 2013 y durante seis años formas parte de la compañía de Víctor Ullate, una de las más famosas de España en ese momento. ¿Qué es lo que más disfrutaste durante tu estancia?  ¿Cómo viviste su desaparición?

Vamos a empezar por lo malo. Llegue aquí a España después de una experiencia muy linda en el English National Ballet con muchas ganas de seguir enriqueciendo mi carrera. Es obvio que el cierre la compañía  de Víctor lo llevé mal. Me pareció tremendo lo que se hizo. No lo veo justo para ninguna persona, trabaje donde trabaje. Es una situación penosa, pudiéndose quizás haber evitado. Lo viví muy mal, con momentos de bajón muy fuertes, incluso de depresión… Pero en general mis seis años allí -y ahora vamos a la parte positiva- no te puedo decir que hayan sido malos. Hay cosas buenas y malas, “de todo se aprende”, pero si hay algo bueno con lo que me quedo es con parte del repertorio que tenían ahí. Hay piezas de Víctor Ullate, que independientemente a todo, ya se perdieron. Al cerrar su compañía esas piezas ya no se volverán a hacer, y pienso que para muchos bailarines bailar algunas de ellas sería un gusto, como JaleoSamsara. Es una lástima y no para mí sino para España porque, nos guste más o menos, forma parte de la cultura de este país.

Ingresaste en nuestra Compañía en 2020, un año más tarde del nombramiento de Joaquín De Luz como director. Cuéntame, ¿cómo es trabajar con él? ¿Qué destacarías?

La primera cosa que te viene en mente es su empeño en cuanto a todo lo que ha hecho él en su carrera. Él es un gran bailarín, tiene una carrera que se ha hecho por mérito propio, es algo admirable. Pienso: “él me va a enseñar por dónde se va y si no lo consigo por lo menos lo intento, con ese empeño del cual hablo”. Es un punto de referencia. Trabajar para él es aprender de lo que sabe.

Unos de los momentos más bonitos de la danza es la ocasión de compartirla desde los escenarios. ¿Cómo es esa sensación?

Eso es lo más grande. Con los años vas notando que es de lo que vive uno. El momento en que se abre el telón y pisar el escenario, y que se te olvidé TODO.  Creo que es muy importante para cualquier artista, sobre todo si es de teatro. Que cuando estés dentro, todo el trabajo previo te haya servido y esté sólido como para que puedas entrar sin preocupaciones y disfrutar.

La verdad es que es una sensación difícil de describir y se disfruta como muy pocas cosas en la vida. El hecho de poder estar en un escenario y sentirte libre y sin presión, aunque tengas que estar atento a las posiciones y al resto de cosas… es inexplicable. Cuando estás a punto de entrar tu corazón va a mil, entonces entras, se te olvida todo. Cuando sales, todavía estás eufórico, y mucho. Y con los años vas viendo que te quedan menos de estos momentos… Es ley de vida.

¿Más allá de la danza, tienes alguna otra pasión o afición que nos puedas contar? 

La coreografía. Me encanta y la verdad es que es algo a lo que me gustaría dedicarme en un futuro. Es algo que yo creo necesitar. Por ejemplo, estoy sentado, escucho música y me empiezan a venir ideas a la cabeza… No te sé decir si le pasa a mucha gente. O si estoy viendo una situación en el metro, en medio de la calle, yo veo la escena con pasos de danza. Y pienso en el cómo se cuenta, o cómo se podría transferir a un espectador aquellas sensaciones que generan esos momentos…o en la manera en que tendrían que entrar los bailarines, o en la iluminación…

En la escuela en Cuba me dejaron montar alguna pieza y cuando las veía en el escenario sentía que eran como hijas mías. La verdad es que hace mucho que no coreografío nada, pero nunca lo dejo del todo, porque tengo proyectos, y sobre todo hambre de crear. Aunque en España triunfar en la danza es muy difícil, si se diera la oportunidad me gustaría quedarme y dedicarme a la coreografía.

 

Y para finalizar, y ya que estamos de confesiones, ¿hay algún dulce o plato que no pueda faltar en tu cumpleaños? 

Pues me gusta la cocina, que es otro hobby, y mi tarta favorita es la que invento cada vez. Suelo hacer muchos flanes, me gusta la tarta de tres leches… hace no mucho inventé una de pistacho que no estaba nada mal. Me gusta que tengan el bizcocho bañado, con almíbar y así. ¡Ah, bueno, y el tiramisú! La tarta de tres leches puedo parar de comerla, pero con el tiramisú me tienen que parar (risas).

 

JOSÉ ALBERTO BECERRA– CUERPO DE BAILE CND

Entrevista por: Sandra Cadenas