Compañía Nacional de Danza

En su obra The Show Must Go On, Jérôme Bel inspecciona minuciosamente los mecanismos de la performance mediante el despliegue de más de una veintena de intérpretes, más un DJ que pincha grandes éxitos de los últimos treinta años, uno tras otro. El DJ juega con las expectativas de la performance y crea un efecto espejo entre los intérpretes y los espectadores. Mientras el teatro dramático pueda exigirme o, incluso, obligarme a presenciar el desenlace momento a momento, The Show Must Go On—tal y como es el caso de muchos de los trabajos de Bel—me brinda, como espectador, el espacio y el tiempo para mirar, el espacio y el tiempo para aburrirme, el espacio y el tiempo para encontrar lo que a mí me interesa. La uniformidad de línea, así como la lentitud de cambio dentro de la pieza y la sencillez del movimiento, contribuyen a esconder (o, más bien, a provocar) toda una riqueza de detalle, intenso y asombroso.
-Tim Etchells

Hoy en día, en una obra de arte, incluso en una coreografía, se brinda una oportunidad no tanto de proponer y afirmar, sino, más bien, de invitar al espectador o a la espectadora a reinventarse o, quizá de manera algo menos utópica, a re-buscar su ideología del mirar, de construir el Yo o de articular la seguridad. La obra de arte en sí no puede decir nada. Puede representar una idea o un concepto político, eso sí, pero la obra no deja de ser, hoy día, una formulación de sí misma. La obra de arte solo puede investigar, o re-buscar, su propio dominio y llegar a ser autoconsciente mediante la reflexión (speculum in aenigmate) y, mediante esta autoconsciencia, puede llegar a ser una experiencia del Yo (el espectador) pero nunca una experiencia de otra cosa. El formar parte de una experiencia de arte implica siempre una experiencia del Yo.
-Marten Spangberg