Bailando por el mundo con Isaac Montllor

¡Feliz Cumpleaños!

Isaac Montllor, natural de Alcoy (Comunitat Valenciana) es Bailarín Principal de la CND y todo un veterano del elenco artístico. Tras su formación entre Alcoy y Valencia ingresa en la CND2, la cantera de bailarines jóvenes dirigida por Nacho Duato y Tony Fabre. Un año más tarde ingresa en la CND donde vive años intensos para la Compañía, realizando giras internacionales por todo el mundo. Ha trabajado con prestigiosos coreógrafos como Jirí Kilyán, William Forsythe, Mats Ek, Ohad Naharin, Johan Inger, Alexander Ekman e Itzik Galili, entre otros. Nos habla de su trayectoria, sus metas y sobre todo, de su pasión por la danza.

7. WD_Alba Muriel

Comenzaste en el 2000 en lo que fue la CND2 bajo la dirección de Nacho Duato y Tony Fabre, la versión junior de la compañía. Cuéntame, ¿cómo fueron esos años? ¿Cómo era el ambiente?

Éramos una gran familia; 12 estudiantes procedentes de distintas escuelas y ninguno habíamos bailado profesionalmente antes. Todos veníamos con el mismo objetivo, que era aprender, bailar y pasárnoslo muy bien.

En la temporada 2001-2002 te incorporas a la CND, un cambio rapidísimo. ¿Cómo fue el proceso? ¿Notaste diferencia entre una y otra?

Mucha. El objetivo de la CND2 era formar una especie de cantera que luego ingresaría en la CND1 (la principal) y aunque el funcionamiento era parecido, no dejaba de ser una pequeña compañía. En la CND1 todo se magnificaba muchísimo, trabajabas con gente muy madura, bailarines que venían de grandes compañías, coreógrafos, asistentes… Yo era el más pequeño de todos, el más jovencito… Llegué con 19 y casi todo el mundo me sacaba como 10 años. ¿Lo mejor de todo? Trabajar con grandes bailarines, grandes coreógrafos y no parar de viajar… Íbamos todo el día con la maleta a cuestas, eran unas giras increíbles, ibas y venías todo el tiempo. Un mes estabas en Asia, al siguiente en Estados Unidos y al otro en Australia, y claro, yo recién llegado a mis 19 añitos, pues imagínate la intensidad con la que lo viví…

Has tenido la oportunidad de vivir los años más intensos de la CND, bailando coreografías de Nacho Duato, Jirí Kilyán, William Forsythe, Mats Ek y muchos otros. ¿Qué sentías al trabajar con los coreógrafos más prestigiosos del mundo? ¿Qué es lo que destacarías de cada uno?

Me siento la persona más afortunada del mundo por venir de donde vengo. Estudié en el conservatorio de Alcoy, pasé por una escuela en Valencia, en la que estuve un año y medio, y de repente aterricé aquí en Madrid. Yo no tuve esa gran formación en centros como el Institut del Teatre o el Conservatorio de Madrid, pero he tenido la suerte de encontrarme con maestras/os maravillosos en el camino. Echo la vista atrás y me parece increíble que haya llegado hasta aquí y haya trabajado con lo mejor de lo mejor, viniendo de donde vengo. Jamás pensé que mi carrera sería así, no puedo estar más agradecido.

Cada coreógrafo tiene su toque personal. Aprendes tanto de cada uno de ellos y te aportan tanto que sería un poco complicado destacar algo en concreto. No obstante, todos tienen algo en común, el ambiente que crean en el estudio cuando trabajas directamente con ellos.

De todos los maestros con los que has trabajado, ¿con quién de ellos te gustaría volver a hacerlo?

Una de las personas que más me ha marcado en mi carrera fue Irena Milovan, maestra de la CND durante muchos años. Ella se preocupaba mucho por la gente joven cuando entraba en la Compañía, no dejaba que nos perdiésemos por el camino. Una de las personas más apasionadas de la danza que he conocido en toda mi vida. Aprendí tanto con ella… pero desafortunadamente nos dejó el año pasado; la echo tantísimo de menos.

Trabajar con Jirí y Mats ha sido muy especial en mi carrera, son pura magia. Aunque volvería a hacerlo casi con todos. Sí que es verdad que las veces que he podido trabajar directamente con cualquiera de ellos dos he sentido que había magia dentro del estudio, y eso no pasa todos los días. Pasar seis horas al día trabajando con ellos y cuando llegan las cuatro y cuarto de la tarde decir “no, no, que no se acabe, quiero más, quiero más”. Esa sensación de no querer salir del estudio pasa muy pocas veces… Me ha pasado con Mats, con Jirí y con Nacho… y es algo muy especial.

Nacho Duato ha sido tu mentor durante muchísimos años, de hecho has realizado talleres sobre su repertorio de danza. ¿Qué significa él para ti? ¿Cuál es la enseñanza más importante que te ha transmitido?

Para mí ha sido la persona más importante a lo largo de mi carrera, porque fue el primero que me dio la oportunidad. Yo entré muy jovencito, cuando la Compañía la dirigía él, me formé en su estilo… Tenía 18 años, y a esa edad todos los chavales somos como una esponja; prácticamente me moldearon a imagen y semejanza de lo que era el estilo Duato. 20 años después me doy cuenta de que es algo que tengo en el cuerpo, que no me cuesta absolutamente nada realizarlo… ¡Y es que llevo a mis espaldas más de 30 ballets suyos! Para mí ha sido la persona y el coreógrafo más importante en mi carrera.

En 2008 te trasladas a Montreal, en Canadá, para bailar en Les Grands Ballets Canadiens, ¿qué te hizo tomar esa decisión? ¿Qué fue lo que más disfrutaste de tu estancia allí?

Yo empecé a bailar profesionalmente aquí en la CND y de repente tuve la necesidad de ver, experimentar, salir de España y salir un poco de la zona de confort… En la CND lo tenía todo y era maravilloso lo que tenía aquí, pero también sentía esa necesidad de conocer y experimentar. Comencé a hacer audiciones y una de las compañías donde me ofrecían contrato era en Canadá. No me lo pensé y me fui. La verdad es que fue una experiencia maravillosa, de hecho se lo recomiendo a todo el mundo: “salid de vuestra casa, salid de vuestro país…” Es la única forma de cambiar el chip, aprender otro idioma, ver otras culturas…

Estar en contacto con otra cultura es importantísimo y súper enriquecedor para todo ser humano. Pasé mucho frío… soy un chico mediterráneo (risas). Lo recuerdo con muchísimo cariño porque me hizo cambiar el chip a nivel personal y profesional. También me hizo darme cuenta de muchas cosas. A veces estas metido dentro de una situación y no eres capaz de ver mucho más allá, porque en realidad no conoces nada más, y la experiencia en Canadá me hizo verlo todo desde otra perspectiva. Me di cuenta de la suerte que tenía de haber estado aquí en Madrid y el tener la oportunidad de trabajar con la gente con la que trabajaba. Tuve que volver.

Has bailado muchísimas piezas y de estilos muy diferentes. ¿Alguna a la que le tengas un cariño especial?

De Nacho tengo alguna especial, emblemáticas como White darkness, Multiplicidad. Formas de silencio y vacíoArcangelo, una de las que más disfrutaba… o Txalaparta, que la hicimos muy poco, fue para mí una de las piezas más bonitas que él ha creado, era muy abstracta, inspirada en el propio instrumento y el sonido que producía, era todo movimiento a una velocidad de infarto. De Kilyán hay muchas piezas que me parecen una barbaridad, pero que hayamos hecho aquí Petite mort; se me caían las lágrimas en los saludos de la emoción por haber experimentado uno de los momentos más mágicos en todos mis años como bailarín. También fue increíble la experiencia con Wings of Wax o No More Play. De Forsythe me quedo con Quintett, una pieza súper especial, cansadísima, muy intensa… Éramos cinco bailarines solos en el escenario, media hora, casi sin salir de escena. Cinco frases con una melodía en bucle durante treinta minutos, por lo que no podías apoyarte demasiado en la música. Para contrarrestar había dos pantallas a cada hombro del escenario con el minutaje de la coreografía que íbamos siguiendo mientras bailábamos. Una locura, pero fue increíble la experiencia.

Y de otros coreógrafos mencionaría Nippon Koku de Marcos Morau, la cual tuvo un proceso muy bonito. Morau trabaja sobre la improvisación de los bailarines, y él tiene un código. Las primeras semanas estuvimos trabajando el lenguaje de ese código. Él nos daba pautas y luego nosotros lo íbamos construyendo. Me pareció un proceso súper bonito, porque yo entraba en la sala, me ponía mis cascos y me pasaba horas yo solo improvisando y creando material. Yo decidía cuándo paraba y cuándo no, cuándo bebía, cuándo me iba al baño…

Y también quiero decir que llegados a este punto, el proceso con Antonio Ruz en la creación de In Paradisum, ha sido uno de los más bonitos de toda mi carrera. Creo que ha acompañado muy bien a los bailarines, ha sabido dirigir muy bien al grupo y sobre todo, ha sido muy respetuoso con todas las personas que tenía delante.

Eres el bailarín más veterano de toda la compañía. ¿Sientes mucha diferencia respecto a las y los bailarines jóvenes que ingresan con apenas 20 años? ¿Cómo es la relación al bailar con una persona de distinta generación? ¿Qué les puedes aportar?

Sí. La diferencia no es más que bagaje, porque ellos vienen tres veces más preparados que cuando yo llegué aquí. Simplemente yo tengo la experiencia y ellos no. El caso es que hasta que los nuevos bailarines dominan las herramientas que se van adquiriendo a lo largo de los años pasa un tiempo. Todo ese aprendizaje se obtiene tras trabajar con diferentes maestros, coreógrafos, asistentes… y todo eso lleva un proceso. Se tarda un poco en arrancar porque tienen que adquirir ciertos conocimientos para poder desarrollarse… pero esa es la única diferencia. A medida que se van desarrollando y adquiriendo más conocimiento bailan cada vez mejor. Es el proceso normal de la danza.

Me doy cuenta de que la generación ha cambiado. Yo soy, digamos, como uno de los últimos coletazos de la “vieja escuela”. Hay muchas cosas de las nuevas generaciones que me chocan, porque hacen cosas que yo jamás haría o ni siquiera se me pasarían por la cabeza. Existe un matiz sobre el respeto hacia el mundo de la danza que ha cambiado. No digo que ellos no la respeten, pero a mí me lo inculcaron de otra forma, y eso a veces me choca un poco. Y sobre todo me doy cuenta de que ellos son la generación de “lo rápido, y que con un click lo tengo todo”. Muchas veces se desaniman y se vienen abajo porque tienen muchas ganas de bailar, les cuesta a veces ver que la danza es un proceso, que tienes que tener mucha paciencia y trabajar mucho. Sobre todo trabajar mucho. Necesitas muchas horas de estudio para construir. Ahí está el quid de la cuestión, muchos de ellos no se dan cuenta de ello porque quieren llegar a su objetivo enseguida. Todo lleva un proceso y tú tienes que estar metido en ese proceso. Lo que pasa es que en ocasiones el proceso es tan largo que cuesta disfrutarlo, y a veces uno se desespera.

Creo que lo más importante es no perder el foco. Yo siempre tuve muy claro hacia dónde me dirigía y aunque me costase mucho y me pusieran muchas trabas o tuviera que bailar cosas muy difíciles, para mí no eran más que retos. El no

En retrospectiva, ¿cuál ha sido uno de los momentos más emocionantes de tu carrera profesional?

Ha habido tantos… Bailar en los grandes teatros del mundo, mi estreno de White Darkness en Nueva York, interpretar a Carabosse en La Bella Durmiente de Mats Ek en Montreal… He tenido muchos “momentazos”… O el día en que Nacho vino y me dijo que me ascendía a Bailarín Principal… He tenido una muy buena carrera. Ha habido muchos momentos que han sido magia pura y dura, como haberle dado dos vueltas al mundo antes de cumplir los 30, haber trabajado con tantísimas nacionalidades, haber aprendido tanto de todos ellos…

Te brillan los ojos cuando hablas y me encanta, se nota que tienes pasión por lo que haces.

Mucha, mucha, amo la danza y me encanta. No se trata solo de subirse a un escenario y bailar, es todo lo que conlleva dedicarte a esta profesión. Vivir la danza es apasionante.

Actualmente compaginas tu carrera de bailarín con la de coordinador artístico. ¿Cómo aplicas tu faceta de performer a un trabajo de gestión?

Es complicado separar la parte artística de la gestión. Lo bueno de la coordinación artística es que me ha dado una visión global del funcionamiento de la Compañía, cosa que antes no era capaz de ver porque los bailarines nos concentramos en nuestro entorno y poco más. He podido ver desde dentro los problemas que hay que solventar, y aprender por qué algunas cosas no se pueden hacer y por qué otras sí. Ahora puedo verlo todo desde otro lugar, y se nota muchísimo en la forma de trabajar.

También es verdad que las cosas me afectan menos. Cuando estoy en el otro lado del estudio, echando un cable con la repetición, es una experiencia curiosa, porque te das cuenta enseguida de las personalidades de cada bailarín, de los procesos que necesita cada uno, que son completamente distintos… Y de la actitud, que lo es todo. Cuando tú eres bailarín te crees que quien está sentado en el banco no se está dando cuenta de nada; nada más lejos de la realidad, se percibe todo a un nivel tremendo. Ha sido muy interesante ponerme al otro lado como repetidor y como gestor; estoy aprendiendo muchísimo y estoy muy agradecido por la oportunidad.

Cuando finalices tu carrera profesional, ¿a qué te gustaría dedicarte? ¿Tienes alguna pasión más allá de la danza?

Yo no tengo ninguna intención de retirarme. Lo que quiero decir es que llegará un momento en el que pararé de bailar en la CND como Bailarín Principal. Comienzo mi vigésimo segunda temporada como bailarín profesional, tantos años con este ritmo es muy cansado, además, que el cuerpo me lo está pidiendo. Pero no tengo ninguna intención de dejar de bailar en general.

De hecho hay varias personas que quieren que trabajemos juntos para cuando pare con la Compañía, proyectos independientes. Siempre he pensado y siempre he querido pasar al lado de la repetición, lo tengo muy claro. El día en que pare aquí dentro será porque me paso al otro lado del estudio. Sí que es verdad que en los últimos años me atrae cada vez más una danza más narrativa y menos física, más interpretativa, tal vez porque me estoy haciendo mayor… (risas) es la vía por la que me gustaría explorar y desarrollar más.

Y hablando de otras disciplinas artísticas, en 2016 colaboraste en una pieza del artista Eugenio Ampudia. Cuéntame, ¿cómo fue trabajar en la obra de un artista performativo? ¿Cómo surgió la oportunidad?

La oportunidad surgió a través de la Compañía, junto con Mattia Russo y Antonio de Rosa, directores de la compañía Korsia, que en ese momento bailaban aquí. Armamos un pequeño grupo y preparamos la instalación con muchísimo cuidado porque nos estábamos metiendo de lleno en una obra de arte, nos convertíamos en parte de ella. Hay una fina línea entre hacerlo bien o destrozar la obra y creo que es algo muy complejo de gestionar. Opino que lo hicimos bastante bien y fue muy, muy interesante. Éramos un grupo maravilloso y todos nos llevábamos muy bien. La forma de trabajar fue increíble, trabajamos muy a gusto porque éramos todos muy colegas. Eugenio Ampudia quedó contentísimo con lo que hicimos, o sea que fue una experiencia maravillosa.

Y para finalizar, siendo hoy tu cumpleaños, ¿cuál es tu tarta o comida de cumpleaños favorita?

Yo soy un fan de las tartas de queso. ¡De la tarta de queso horneada eh! Me encantan, uno de los mejores inventos de la humanidad… (risas)

 

ISAAC MONTLLOR –  BAILARÍN PRINCIPAL CND

Entrevista por: Sandra Cadenas